24 Aug
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Y justo en ese momento, luego de trasnocharse haciendo la maleta, levantarse temprano y salir con el tiempo justo, es cuando inicia el viaje pues aunque aún no abrían el ‘counter’ de la aerolinea ya le habían informado que la hora del vuelo sería reprogramada y la fila para la entrega del equipaje era tan larga como la cola de un dinosaurio. Adriana tenía que esperar.

Mientras tanto, en la primera parada de este vuelo ya retrasado, la rutina diaria aún no terminaba pero existía la zozobra de lo que iba a suceder con el vuelo. Carlos empezó a recibir actualizaciones del vuelo que aún no despegaba de Bogotá solo por preguntar por el estado del mismo. Lo que sí le confirmaron era que debía estar en el aeropuerto a la hora estimada inicialmente, por lo que tuvo que afanarse a terminar su alistamiento para el viaje.

Cuando abrieron el mostrador de la aerolínea, a Adriana le dijeron que el resultado de la demora del vuelo era que la tripulación que estaba asignada a este recorrido había llegado en horas de la madrugada del mismo día, al parecer por un inconveniente con otro avión, así que debían descansar para poder prestar el servicio adecuadamente. Finalmente el vuelo saldría a las 11 pm,cuando la hora original estaba programada para las 4 pm. Adriana recibió un bono de comida redimible en un lugar de comida rápida.

Adriana pasó los controles de seguridad casi a las 8 de la noche, así que dadas las circunstancias decidió ir a redimir el bono que le dieron en el mostrador. Cuando llegó, encontró allí a casi las mismas personas que había visto en la jurásica fila de la que había salido hace poco. Al entregar su bono a la cajera fue informada que el bono era válido por un valor de $30.000 pesos y el plato más económico era de $35.000 pesos, así que pidió ese y completó la diferencia.

Mientras tanto Carlos, ya había terminado su rutina diaria y había llegado al aeropuerto en compañía de su esposa, quien se quedó con él hasta que fue posible. Pero una vez adentro, Carlos encontró en la sala a una persona conocida que iba a tomar el mismo vuelo que él. Así que se quedó charlando un rato para hacer más amena la espera.

A pesar de que salían de puntos diferentes, sabían que harían escala en el mismo aeropuerto antes de llegar al destino final. En este caso, el de Estambul, donde quedaron de encontrarse todos, quienes venían en el mismo avión. Carlos, su nueva compañía, Andrés, y Adriana.

Carlos y Andrés salieron primero porque sus sillas estaban más adelante. Adriana tardó un poco en salir, pero esperaba que justo en la puerta del aeropuerto estuvieran sus compañeros. Y no. No estaban ahí, pero eso no preocupó a Adriana quien pensó que los encontraría más adelante, en el camino. Pero tampoco.

Ellos habían salido rápido hacia el mostrador de conexiones de la aerolínea porque todos, incluyendo a Adriana, habían perdido el vuelo que debían abordar luego de éste, por lo que pensaron que Adriana llegaría al mismo lugar. Pero no. Adriana seguía su ruta hacia el interior de las salas de espera sin encontrar rastro alguno de Carlos ni de Andrés.

Adriana llegó a una cabina de las que emiten tiquetes para conectarse al Internet inalámbrico del aeropuerto, que solo ofrece una hora gratis, y logró comunicarse con sus compañeros de viaje, quienes le dijeron que la estaban esperando en el mostrador y que por la demora del vuelo, les habían dado hospedaje, transporte y comida. Así que le dijeron que si ella también quería eso debía acercarse al mismo punto o llegar al mostrador desde donde salía el bus hacia el hotel.

Con el dato del punto a donde tenía que ir, empezó a preguntar cómo llegar hasta allá y se dio cuenta que estaba muy lejos del lugar donde debía llegar. Aprovechó el Internet y quedaron de verse en un punto específico, y esta vez esperaba que sí estuvieran ahí, porque cuando estaban terminando de cuadrar el lugar, se acabó la hora de Internet que podían usar.

Adriana caminaba lo más rápido que podía, pues llevaba su equipaje de mano con ella y las rueditas de la maleta dificultaban un poco la tarea. Pero luego de un tiempo, bajando una escalera mecánica vio a sus compañeros con la misma expectativa que ella tenía, de si iba a aparecer por ahí o no. Y finalmente se encontraron. Porque a pesar de que venían en el mismo vuelo, no se habían visto.

La expedición los llevó a su lugar de destino, el mostrador del transporte del hotel, donde tuvieron que esperar un momento mientras les avisaban que su bus ya había llegado. En ese momento, solo querían que llegara el bus pronto para poder descansar y continuar su viaje.

Unos minutos después les avisaron que ya estaba el bus, de hecho los llamaron por sus nombres para confirmar que eran ellos. El bus era solo para ellos, pero como estaba oscuro no se veía el paisaje con el que llegaron al prometido hotel.

Cuando se registraron en el hotel, les daban no solo la llave de la habitación, sino que también podían tomar un sánduche que estaba ya empacado en una bolsa de papel para llevarlo a la habitación y comerlo allí. Ninguno se animó a agarrar uno y todos se dirigieron a sus respectivos cuartos, que quedaban contiguos en el mismo piso.

A la mañana siguiente, decidieron no levantarse muy temprano porque habían llegado de madrugada y aún les faltaba un vuelo más, de unas 6 horas, así que se tomaron la mañana de forma relajada. Desayunaron tarde, tanto, que levantaban las fuentes de comida justo cuando ellos terminaban de servir. Se sentían como turistas, aunque fuera por unas horas, así que salieron a explorar un poco.

El paisaje que no vieron la noche anterior, consistía en una gran colina con una larga y amplia carretera, de tres carriles, pero sin muchas construcciones cercanas al hotel. Lo único que se veía era una desvencijada plaza comercial que contenía varios locales, del mismo nombre, probablemente la misma cadena, pero que ofrecía carnes frías en uno y servicio de restaurante en otro. Cerca de ahí se podía ver un lugar que parecía una mezquita y otro que parecía un “sanatorio” según las palabras de Adriana.

Al otro lado de esa misma calle, había un condomino residencial que se veía muy lujoso, por las casas y autos que se podían divisar desde la cerca, que contrastaba con unas casas antiguas que estaban vacías y desocupadas, que estaban siendo demolidas para dar paso a un edifcio que construían en el mismo terreno.

No muy lejos, se encontraron una entrada de algo que muy claramente se veía como un lugar estatal. Tenía letras en color plateado y en alto relieve, pero estaba en turco por lo que no lograban descifrar qué era, y el internet no les ayudaba, porque solo se conectaban al WiFi del hotel que no alcanzaba hasta donde se encontraban. Bajaron un poco por las escaleras y se dieron cuenta que era un estación de metro subterránea. Era evidente cuando vieron los torniquetes y la señalización.

Mientras caminaban de vuelta al hotel visitaron un local para mascotas que quedaba justo al lado. Y ahí se encontraron con un lugar bastante agradable, que incluso tenía mesas con cómodos sofás y gatos a su disposición para consentir y fotografiar.

Cuando volvieron al hotel,ya era hora de almorzar. Así que llegaron a sus cuartos, empacaron todo y bajaron de vuelta para estar listos a seguir su viaje justo después de comer. La vuelta al aeropuerto fue tranquila y en un transporte similar al que habían ocupado la noche anterior.

Ya en el aeropuerto estuvieron un par de horas conociendo antes de llegar a su puerta de embarque que los llevaría a su siguiente destino: Kigali, Ruanda. Y ese era solo el comienzo del viaje.

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